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Tango, un amor imposible
Sus aventuras porteñas en un film de Sandra Bullock
Miércoles 6 de febrero de 2008 | Publicado en la Edición impresa > Ver opiniones de lectores (26) Enviá tu opiniónImprimirEnviar por e-mailCambiar de tamañoPublicar en tu sitioVotar (17)Ya votaste (17) CompartirLink permanente
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Cuando Marina Palmer visitó la Argentina por primera vez, en enero de 1997, no se imaginó que ocho años después saldría de sus manos el libro Kiss and Tango , en el que imprimió sus mejores recuerdos del mundo del tango y, sobre todo, su sueño más audaz: encontrar el amor (el de su vida) en Buenos Aires, buscándolo en una milonga.
Tampoco se imaginó que la agencia Creative Artists Agency (CAA) de Hollywood le compraría los derechos de su libro a pedido de la actriz norteamericana Sandra Bullock, que en 2009 filmará la película de Kiss and Tango en Buenos Aires. "Será un muy lindo homenaje a esta ciudad que me regaló una pasión muy fuerte", dice esta mujer greco-norteamericana en Buenos Aires, una noche antes de mudarse a Oxford, Gran Bretaña.
Entusiasmada por el proyecto, Bullock ya está tomando clases de tango en el Sandra Cameron Dance Center de Nueva York.
"Lo que le gustó a Sandra Bullock es la historia, porque habla de una chica tradicional, con una vida convencional. La actriz se enteró de mi libro a través de mi agente literario. Lo leyó y quedó encantada", dice Palmer, que ya firmó el contrato para que se produzca la película. "El guión ya está casi armado. Ojalá que no haya otra huelga de guionistas", suspira.
"No sé cómo van a desarrollar el guión ni cómo lo van a interpretar. En el libro hablo de mi búsqueda del amor, donde hubo muchos desencuentros, de amores que no prosperaron o que no se concretaron. Creo que en la película tendrán que encontrar un hombre que funcione", se ríe la autora.
Palmer tenía 30 años, residía en Nueva York y, como corresponde a una chica de "buena familia", vivía y trabajaba a la espera del momento en que encontraría la pareja indicada para casarse, tener hijos y llevar la vida que imponía su educación.
"Trabajaba todo el día como publicista, no tenía novio ni tiempo para encontrarlo. Me tomé un mes de vacaciones y vine a la Argentina", cuenta la escritora, que entonces visitó una milonga por primera vez.
"El impacto con este baile fue apasionante, fue el principio de una verdadera historia de amor. De allí fui a tomar clases, grupales e individuales, y cuando volví a Nueva York me anoté en un curso para seguir bailando", dice, y confiesa que pasó dos años tratando de hacer realidad el sueño de ser bailarina profesional de tango.
"En realidad, el libro es la historia tragicómica de este sueño. Es la búsqueda de la pareja ideal con la que realizarlo", cuenta la escritora, que vivió su experiencia milonguera bailando "a la gorra" con un grupo de bailarines de la calle Florida, ofreciendo shows en milongas y clases.
"El tango es tan adictivo, tan intenso, que suele pasar que uno quiera dejar todo para poder bailar todo el tiempo", sigue Palmer. Y fue por eso que dejó su trabajo, Nueva York y su vida convencional para volver a la Argentina y dedicarse al tango, donde durante tres años, entre 1999 y 2002, bailaba diariamente 12 horas.
Una elección difícil
"El tango tiene un lado físico que me atrapó: todo empieza con un abrazo. Es el placer de estar mimada y contenida por un hombre. Es una entrega de la mujer, cosa que tiene también su lado complicado. Es cerrar los ojos y dejarse llevar por el hombre, confiar en él. Es una manera de volver a la contención del útero materno", filosofa Palmer con brillo en los ojos.
Cuando en 2002 la Argentina entró en una de sus peores crisis, Palmer se cansó: había perdido la esperanza de encontrar el amor, la pasión, la pareja de tango y de vida.
Se fue a Grecia y en seis meses escribió el libro. En 2004 volvió a la Argentina y participó en el Festival Internacional de Tango de Buenos Aires. "Allí conocí a un chico, bailé con él mejor que nunca y llegamos a la selección final. Pensaba que iba a volver a empezar el sueño -sigue Palmer-, pero en el momento de la final el chico no apareció, y allí volvió a empezar la parte tragicómica de no poder confiar nunca en una pareja."
Y así las cosas, Palmer bailó hasta que encontró, fuera del tango, a Daniel, su actual marido. Ahí, dejó de bailar. "El era todo lo opuesto a la pareja de tango que yo había esperado. Tenía que elegir entre él y el baile. El tango fue mi primero y verdadero amor, pero me di cuenta de que era un amor imposible", dice Palmer, ahora embarazada de su primer hijo.
Se dio cuenta de que la milonga traía con ella una forma de vivir equivocada: "Cuando descubrí el amor verdadero fue todo muy distinto, muy real. En cambio, el tango es seducción y provocación, un histeriqueo de sensaciones que nunca se concretan", sigue apasionada.
Sin embargo, en las milongas suena una frase recurrente: nunca se deja el tango de verdad, siempre se vuelve.
Ginerva Visconti
No sólo baile
"No debería confiar en un Dios que no sabe bailar", dijo el filósofo Friedrich Nietzsche, y Marina Palmer lo citó en la introducción de su novela, que ya se ha traducido al chino, el húngaro, el griego, y pronto se hará al ruso. Todavía no se ha traducido al castellano, pero ya tiene título: "Quién me quita lo bailado".
Mientras, en su sitio www.kissandtango.com, Palmer ofrece buenas direcciones para quien se abandona por primera vez a la aventura del tango.
1 comment:
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